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RGartner 24 de October, 2025

Las marcas siguen cometiendo el mismo error: contratan a un influencer con millones de seguidores, lanzan una campaña, y el producto no se vende.

¿El problema? Confunden dos tipos de influencia completamente diferentes.

Influencia aspiracional: La audiencia quiere vivir como ese creador. Compran porque creen que ese producto los acercará a esa vida idealizada.

Influencia de atracción personal: La audiencia consume por el atractivo o carisma del creador en sí. Alto engagement, retención visual excelente. Pero aquí hay un giro inesperado.

Sí hay compras. Pero no del tipo que las marcas esperan.

Cuando se trata de una influencer mujer, por ejemplo, parte de su audiencia masculina compra de forma compulsiva como demostración de poder adquisitivo. Es liberación de testosterona convertida en alarde de billetera, como un pavo real desplegando sus plumas. No compran porque el producto sea bueno. Compran para hacerse notar.

El problema: esas compras son volátiles, impulsivas, y solo funcionan con productos de precio bajo o medio que permiten ese “alarde accesible.”

El desastre ocurre cuando una marca ofrece un producto incompatible. Si vendes un seguro de vida o software empresarial, la atracción personal del creador no genera conversión. El engagement está, las views están, pero las ventas no.

Las marcas concluyen: “Los influencers ya no funcionan.” Pero el culpable no es el creador. Es que pagaron por un tipo de influencia esperando otro resultado.

La pregunta clave antes de contratar: ¿Tu audiencia te sigue por lo que haces, por quién eres, o por lo que representas sexualmente?

La respuesta cambia todo.


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